domingo, 23 de agosto de 2009

Una extranjera en Beirut



Una vez llegada al Líbano tenía la posibilidad de permanecer allí 3 meses con visa de turista. Por ser venezolana ni siquiera tuve que pagar visa de entrada y fui recibida con un agradable ¡Welcome, welcome!
Mi estadía en Líbano no estaba definida, sin embargo tenía dos opciones, ambas legales, la primera salir cada mes a Siria que se encontraba a una hora y media de distancia y donde me sellarían el pasaporte con una nueva entrada y la segunda entregar el pasaporte en la Seguridad Nacional.

Me olvidé que la burocracia es muy parecida en todos lados, luego de tanto preguntar a amigos, conocidos y extranjeros decidí que las cosas debían solucionarse por lo legal entregando así mí pasaporte a las autoridades, sin siquiera pensar que iban a devolvérmelo tres meses después con una negativa de la visa, sin explicación ni razón aparente.
La Seguridad Nacional en la cual aplicamos estaba a una hora de Beirut en autobús, en la bahía de Jounieh. Fueron tantas las visitas a aquel lugar hasta el punto en que todo llegó a ser familiar, la gente, el coronel, la señora que servía el café, en fin. Los casos más comunes tratados allí era la aprobación de visas para domesticas en su mayoría traídas de Filipinas, India y Etiopía o de trabajadores Sirios y Egipcios.
Terminé bajo investigación, me realizaron una serie de interrogatorios, ni parecidos con los de las películas de Hollywood, las preguntas más bien eran repetitivas y curiosas de parte del capitán encargado, pues se le hacía difícil entender que dos chicas jóvenes estuviesen en Beirut solas, estudiando árabe, conociendo y viajando por el país, muy sospechoso. Hasta el punto que estos señores se dirigieron a la casa de nuestra familia amiga a ver si era verdad que ellos nos conocían.

Éramos sospechosas además por no poseer una cuenta de más de 8.000 mil dólares en el banco. Sospechosas de estar ganándonos fácilmente la vida, insinuaciones que se iban haciendo cada vez mas explicitas, había quienes opinaban que todo era "culpa" de mi profesión,me encontraba en un país donde se han suscitado innumerables conflictos, y no es mentira para nadie que donde huele a problemas allí estamos metidos.
Me negaba a creer que la burocracia me hubiese perseguido hasta tan lejos, pero tampoco imaginé que mi condición de mujer pudiese perjudicarme en algún momento de mi vida hasta el punto de levantar sospechas, siquiera falsas.
La historia esta resumida aunque puedo contar las idas a la SEguridad Nacional con las dos manos, no dejaron de parecerme infinitos, así como fue infinita la angustia, infinitas las personas con las que hablamos, infinitas las veces que repetimos las mismas respuestas e infinitas la desesperación creada por la barrera del idioma.
Recibí mi pasaporte y tenía una semana para salir del país, cual bandida y sin explicación alguna pues era información confidencial. Hasta el sol de hoy todo se basa en suposiciones, sólo el Mediterráneo lo sabrá.
Sólo sé que la burocracia es y seguirá siendo tan cruel y tan absurda tanto aquí como allá.

domingo, 9 de agosto de 2009

Se busca casa en Beirut


Siempre me digo a mi misma y me repito que no hay mejor momento para escribir que cuando suceden las cosas, pues está todo más fresco. Ya que no es lo mismo describir sensaciones ya pasadas pues la racionalidad y los sentimientos ya no hacen parte del relato, sin embargo Kapuscinski sostiene la teoría de que hay primero que observar, vivir y ser participe para luego escribir, entonces así lo que permanezca en la memoria será lo más importantes y lo que realmente posee un valor.

Sin querer queriendo escribí esta historia luego de vivirla. Todo comenzó con la búsqueda de vivienda en Beirut, las primeras semanas nos dio alojo la familia Ablan López, nuestra familia amiga que nos acogió y ayudó mucho durante nuestra estadía en el Líbano.

Como la idea de mi compañera de viaje Esther María y mía era la de quedarnos a vivir allá, era importante encontrar un lugar donde establecernos. Tocamos infinidad de puertas, pateamos calles, nos mojamos, nos perdimos, preguntamos a conocidos y desconocidos. Paralelamente utilizábamos como herramienta el periódico AL WASID allí publicaban información de apartamentos en alquiler, ventas. El periódico salía todo los lunes en la mañana y volaba como pan caliente. En algunos casos nos topabamos con direcciones escritas en árabe por lo que teníamos que recurrir a la ayuda de algún local que nos sirviese de traductor.

Pasaron varias semanas hacíamos llamadas y ya el martes muchos sitios estaban alquilados, o mejor aún llegábamos al lugar y justo 5 minutos antes la persona ya había alquilado el apartamento. Tuvimos varias decepciones.

Hasta que caímos en manos de Madame Marie en De kawne quien alquilaba habitaciones en un apartamento en donde vivían puras mujeres, ella decía que eran estudiantes, pero una vez allí descubrimos varios personajes, cada quien tenía su mundo detrás de la puerta, nuestra vidas giraban entorno a un cuarto con dos camas individuales, una mesa multiuso, y una ventana que daba a una pared. Allí dormíamos, comíamos, veíamos películas, estudiábamos, etc.

Bastó un mes para disfrutar de los alrededores, correr entre los carros, cantar al son de los pitos, ír al mercado de los corotos los domingos, conocer al frutero, a la cajera del mercado, la Sra. de la floristería y a sus gatos.

De allí nos mudamos a una residencia cristiana de chicas, un dormitorio tipo americano pero al mejor estilo árabe, ubicado en la zona de Achrafieh, zona céntrica y chic de la ciudad Fue Madame Elena quien con crucifijo en el pecho nos acogió y se encargó de cantarnos con su ingles afrancesado las reglas del lugar: estaban prohibidas las visitas masculinas fuera de áreas comunes, las puertas de entrada se cerraban todas las noches a las 11:00 pm. Allí sabían cuando entrábamos y salíamos, cuando hacíamos ejercicios, si dormíamos allí o no, que cocinábamos. Estuvimos cómodas, pero como reza el dicho la libertad no tiene precio, fue suficiente quedarnos afuera hora y media durante la madrugada pasando frío frente a la puerta del “foyer”como para decidir que era hora de mudarnos.

Como todo lo bueno se hace esperar a través de unos amigos, logramos mudarnos a la calle principal y más transitada de Beirut. Vivíamos en Genmayze y podíamos caminar a todos lados, incluyendo los bares y restaurantes más populares de la ciudad.

Nos mudamos a un trailer que quedaba en el techo de un edificio y disponíamos de un sólo ambiente, sala, cocina, baño, cama y una ventana con vista al mediterráneo que valía por todo lo demás. Nuestros vecinos eran nuestros amigos, el conserje del edificio el Sr. Ibrahim, era como un abuelo. Él insistía en hablarnos en árabe fluidamente como a cualquier otra persona local.
Allí pasó otro mes, pero como todo tiene un principio esta historia llegó a su final, pues de aquí me mude para siempre fuera de Beirut. Los porques en la siguiente entrada.

martes, 23 de junio de 2009

El sonido de la guerra


Soñé con la guerra, soñé con ella y la viví en mi sueño, si bien dicen que los sueños son reales, este superó todo pronóstico, los sonidos de la guerra son tan fuertes que son capaces de mover hasta la membrana más pequeña. Yo estaba allí en el medio de aquel bombardeo sin saber que hacer, inexperta ante la situación, correr pero ¿a donde? Gritar ¿a quien?

Los sonidos trastornaron mi mente, las bombas que caían destrozaban todo a su paso. Los sonidos de la guerra en mi sueño fueron fuertes, los gritos se ahogaban ante tanta confusión.

Mientras yo soñaba había otras personas que anhelaban despertar. Diciembre 2008, me encontraba en Beirut, geográficamente cerca, pero a la vez estaba lejos, no eran las horas lo que importaban, había muchas otras cosas que me alejaban de ese lugar, el idioma, la inexperiencia, el dinero, el peligro, el miedo, sí el miedo.

Las noticias sumaban y sumaban muertos, los canales de televisión mundiales no hablaban más que del conflicto: palestinos contra israelíes, israelíes contra palestinos, un enfrentamiento, un ataque, una guerra, violencia, heridos, muertos, destrucción, armas, bombas, confusión, hambre, necesidad, frío, pérdidas, gritos, llanto.

Así empezó el 2009, manchado de sangre.
No fue que mi sueño se volvió realidad, sucedió que yo quise convertir la realidad en un simple sueño.

Avión de salida


Yo simplemente me fui, persiguiéndome a mí, a mis ideas, y aunque con muchos sueños empecé a pisar suelo, empezó a faltar el dinero, el frió se fue acentuando y la soledad se acompañó con la chaqueta, me fui llorando y terminé cantando, si las cosas pasan por algo yo pasaré también por ellas. Me fui con la idea de escribir y a meses de mi despedida es cuando lo estoy haciendo, por aquello de las excusas, del tiempo, porque aquí en el Medio Oriente en pleno mes de enero a las 4 ya oscurece, porque la bohemia se vive de otra manera, porque aquí simplemente son otros temas.
Entre tantas religiones, costumbres, idiomas, el alma se me enreda, pero no deja de estar contenta, ante la aventura, ante el día a día y lo que él ofrece, el autobús, la señora con el velo que me mira mientras yo la miro a ella, esos ojos curiosos que no dejan de perseguirme e impactarme, esos verdes atrapados entre negras cejas, sin dejar de lado las sonrisas que se quedan mudas ante la incomprensión que no logra dar respuesta. La peor arma la critica, pero que hacemos sin ella.
Me vine y en esos días estalló la guerra y yo quería acercarme hacerme presente, ser testigo, por aquello del morbo seguido de la indignación, ¿qué puedo hacer? Me he preguntado entonces decidí cargar mi fusil y empecé a disparar palabras, mis pensamientos acumulados me exigieron sentarme aquí releerme y empezar, empezar a contar muertos, siento todo desde más de cerca con mis oídos puedo ver, con mis ojos tocar, ¿entender? Pero es que no hay nada que entender, sigo contando los muertos, sigo viendo como un misil va acabando con todo, pero sobre todo con todos, con aquellos que no contarán más su historia, con los niños que no crecerán, abandonando su cometa para no despegar jamás.
Para mí todo es muy simple vivimos en un mundo en el que la historia se resume en guerra, no hay mas que hablar, actuar sería una gran salida. Dejemos atrás las banderas, empecemos por nosotros mismos por el de al lado, por eliminar las fronteras, por abrir caminos, pero sobre todo pienso que debemos abrirnos nosotros a las diferencias, a los contrastes, a los distintos pensamientos, si sólo dejáramos de juzgar y de creer que mientras mas parecidos, mejores seremos, la globalización no es la solución.
En este mundo aún plural en el que nos falta mucho por descubrir, hablo por mí, me parece todo más interesante y sin sentido, por eso estoy aquí contagiada por el virus del descubrimiento sin ningún interés colonizador, haciendo de espectadora pero a la vez un minúsculo personaje dentro de esta historia.
¿Qué cuando acaba? Cuando se acabe el petróleo, cuando todos alabemos al mismo Dios, o cuando nos acabemos todos, los unos a los otros. Pero mientras queden manos, bocas y ojos las historias se seguirán escribiendo, hasta el punto que ellas mismas se contarán solas.

domingo, 14 de junio de 2009

La ciudad de los contrastes


La ciudad de los contrastes, paredes adornadas con huecos de balas, los militares y los tanques en cada esquina, el caos del tráfico. Tiendas de diseñadores al lado de tarantín de shawarma, el musulmán que se pasea frente a la iglesia, la chica cubierta por el velo negro que sólo deja ver sus lentes, la champaña que corre por los locales nocturnos, los niños en la plaza juegan con pistolas y ametralladoras, el Mediterráneo silencioso y discreto pasa desapercibido, la panadería francesa atendida por Husseim, en el norte los cedros, en el Sur la frontera rodeada por la Naciones Unidas. Las cornetas que nunca callan, el taxi que insiste en llevarte, el café turco fuerte y amargo en cuya borra puede estar tu futuro, en una esquina se habla inglés, del otro lado francés, letra árabes en los letreros, campos de refugiados olvidados, el centro de la ciudad como burbuja de fantasía, banderas que se enarbolan con gritos de libertad, ojos adornados por pobladas cejas, miradas profundas, ojos curiosos que te hurgan, te descubren y te preguntan. Así es Beirut.

Una razón para viajar a Oriente


Atraída por el mundo árabe, desde temprana edad no lograba descifrar ni responder a los porqués y a tantas otras interrogantes que pudiesen dar sentido a esta afinidad que no goza de ningún tipo de relación consanguínea o geográfica.

Fue hasta hace menos de un año que logré descubrir una razón, en el 2007 tuve llegar hasta El Líbano , atravesar Siria, pasar por Jordania y luego volar a Egipto. Fue durante este recorrido donde logré descifrar que lo que antes había sido una simple atracción ahora se había convertido en una pasión, pasión por un mundo desconocido y totalmente distinto al mío.

El viaje estaba enmarcado bajo la premisa de “viaje de placer” pero como diría Ryszard Kapuscinski hay muchas maneras de viajar, se puede viajar desde el alma, una visión muy romántica, pero existen también los viajes de reposo, de trabajo, por necesidad, el viaje de reportero, entre otros.

Me aferré a este última clasificación asumí mi rol de reportera y me metí tanto en el papel escudada por mi profesión de periodista que de repente estuve tan interesada en aquel mundo, que no me sorprendió verme comiendo como ellos, bailando como ellos, conversando con ellos, visitando sus templos, sus mercados, caminando por sus calles, excluyendo en todo momento las curiosidades y destinos turísticos.

Los taxistas fueron la fuente de información más completa, a pesar de nuestras diferencias culturales y limitaciones de lenguaje sirvieron de gran ayuda en el entendimiento y la comprensión de la sociedad, la política, la religión y las costumbres.

Tuve la oportunidad de sumergirme en la sociedad libanesa de la mano de de dos amigas locales, quienes contribuyeron a que el viaje fuese más placentero, cada vez más alejado del turismo convencional y sobre todo enriquecedor en el sentido que pude notar y extraer información de situaciones tan normales como ir a comprar el pan o echar gasolina.

Me topé con un Líbano sin presidente, con el reino seguro de Jordania, con una Siria socialista, y con un Egipto sobrepoblado circundado por una de las maravillas del mundo. A medida que me iba a adentrando en estos países mi curiosidad aumentaba conjuntamente con las ganas de dirigirme a nuevos destinos. Desde la orilla del Mar Muerto del lado de Jordania pude visualizar a lo lejos Israel y Palestina, pero contaba con escasos 18 días, un presupuesto estudiantil, sumado a esto las restricciones políticas, los conflictos entre países vecinos y las visas lo que hacía imposible acceder a esos lugares, pese a que las ganas continuaron efervescentes.
Mientras más conocemos el mundo más nos damos cuenta de su inmensidad, de su riqueza cultural, su diversidad pero sobre todo de que falta mucho por recorrer, que nunca será suficiente pues un destino nos remitirá a otro y así sucesivamente.