domingo, 14 de junio de 2009

Una razón para viajar a Oriente


Atraída por el mundo árabe, desde temprana edad no lograba descifrar ni responder a los porqués y a tantas otras interrogantes que pudiesen dar sentido a esta afinidad que no goza de ningún tipo de relación consanguínea o geográfica.

Fue hasta hace menos de un año que logré descubrir una razón, en el 2007 tuve llegar hasta El Líbano , atravesar Siria, pasar por Jordania y luego volar a Egipto. Fue durante este recorrido donde logré descifrar que lo que antes había sido una simple atracción ahora se había convertido en una pasión, pasión por un mundo desconocido y totalmente distinto al mío.

El viaje estaba enmarcado bajo la premisa de “viaje de placer” pero como diría Ryszard Kapuscinski hay muchas maneras de viajar, se puede viajar desde el alma, una visión muy romántica, pero existen también los viajes de reposo, de trabajo, por necesidad, el viaje de reportero, entre otros.

Me aferré a este última clasificación asumí mi rol de reportera y me metí tanto en el papel escudada por mi profesión de periodista que de repente estuve tan interesada en aquel mundo, que no me sorprendió verme comiendo como ellos, bailando como ellos, conversando con ellos, visitando sus templos, sus mercados, caminando por sus calles, excluyendo en todo momento las curiosidades y destinos turísticos.

Los taxistas fueron la fuente de información más completa, a pesar de nuestras diferencias culturales y limitaciones de lenguaje sirvieron de gran ayuda en el entendimiento y la comprensión de la sociedad, la política, la religión y las costumbres.

Tuve la oportunidad de sumergirme en la sociedad libanesa de la mano de de dos amigas locales, quienes contribuyeron a que el viaje fuese más placentero, cada vez más alejado del turismo convencional y sobre todo enriquecedor en el sentido que pude notar y extraer información de situaciones tan normales como ir a comprar el pan o echar gasolina.

Me topé con un Líbano sin presidente, con el reino seguro de Jordania, con una Siria socialista, y con un Egipto sobrepoblado circundado por una de las maravillas del mundo. A medida que me iba a adentrando en estos países mi curiosidad aumentaba conjuntamente con las ganas de dirigirme a nuevos destinos. Desde la orilla del Mar Muerto del lado de Jordania pude visualizar a lo lejos Israel y Palestina, pero contaba con escasos 18 días, un presupuesto estudiantil, sumado a esto las restricciones políticas, los conflictos entre países vecinos y las visas lo que hacía imposible acceder a esos lugares, pese a que las ganas continuaron efervescentes.
Mientras más conocemos el mundo más nos damos cuenta de su inmensidad, de su riqueza cultural, su diversidad pero sobre todo de que falta mucho por recorrer, que nunca será suficiente pues un destino nos remitirá a otro y así sucesivamente.

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